Ponencia del médico iraní Dr. Med Faridun Batmanghelidj
Virginia, EE. UU., en el sexto congreso “Nuevo panorama científico“, celebrado en 1999 en Lindau am Bodensee, Alemania:
Durante dos años y medio, el doctor Batmanghelidj trató a más de 3.000 prisioneros enfermos en una cárcel iraní con una sola cosa, concretamente agua totalmente natural no clorada (porque eso era lo único de que se disponía) y más adelante escribió un artículo científico y un libro acerca de sus éxitos terapéuticos.
Yo procedo de una familia en la que la creencia en Dios siempre ha sido muy fuerte. Dios estaba con nosotros durante todo el día. Realizábamos nuestras actividades diarias con él en mente y siempre tratábamos de dar lo mejor de nosotros mismos.
En la época de la revolución iraní, en 1979, me dedicaba a la construcción de hospitales y centros médicos, especialmente para los niños. Sin embargo, para los médicos revolucionarios resultaba molesto que alguien que pertenecía al antiguo régimen de Shah Reza estuviera tan a la vista del público. Además, cada vez más jóvenes se esforzaban en hacerse cargo de las obras de sus predecesores. Con el tiempo, también dirigieron su atención hacia mi familia y poco a poco se apropiaron de todas nuestras posesiones. Finalmente, el gobierno revolucionario me encarceló. Me detuvieron en régimen de incomunicación y me llevaron a un habitáculo del tamaño de una perrera. No había mantas ni tampoco una cama, solo el suelo y las paredes de hormigón y una puerta metálica con un pequeño agujero para respirar.
En esta celda permanecí durante seis días y durante estos seis días me di cuenta de que debía acostumbrarme a este nuevo hábitat. Cuando me llevaban al aseo, solo disponía de unos 60 segundos de tiempo. Realmente esperaban que fueras capaz de hacer tus necesidades en apenas 60 segundos. Así que, dejé de comer y ya solo bebía agua.
Notaba como el agua me calmaba gradualmente y me quitaba el miedo. El agua me ayudaba a dejar ir mis pensamientos y a meditar, lo que me permitió hacer frente a mi agonía interior. El agua también alivió el ardor de estómago y el hambre dolorosa hasta que finalmente desaparecieron del todo.
El guardia se acercó a mí debido a mi supuesta huelga de hambre y me dijo: “Escuche, la huelga de hambre no sirve de nada. Primero debe explicar las razones por las que desea hacer huelga de hambre y solo si no respondemos a sus demandas puede iniciar la huelga”. Yo respondí: “Yo no estoy en huelga de hambre. Solamente me estoy adaptando a las condiciones de vida en este espacio”. Dos días más tarde, el hombre regresó y me pidió que comiera porque temía que enfermara. Yo le tranquilicé y le dije que no se preocupara por eso. Seis días más tarde, me trasladaron a otra celda y comenzó mi vida en la prisión.
Una noche, cuando ya me encontraba en el ala principal, donde dormía en otra habitación junto con otras dieciocho personas, dos prisioneros llegaron con un hombre que apretaba las manos contra su estómago y se retorcía de dolor. Yo no disponía de ningún tipo de medicamento que pudiera darle y así se lo hice saber. El hombre estaba decepcionado, así que le dije: “Pero sé que el agua te puede ayudar”, y le ofrecí dos vasos de agua. En cuestión de tres minutos sus dolores comenzaron a remitir, cuando antes apenas si había podido caminar, por lo que dos personas tuvieron que cargar con él para traerlo hasta allí. Después de ocho minutos sus dolores habían desaparecido. Sonreía de oreja a oreja y quería saber qué debía hacer si el dolor volvía. Yo le dije: “Bueno, ya has experimentado el efecto del agua, simplemente bebe más agua”. Entonces pensé que sería mejor darle instrucciones más precisas y le prescribí que tomara dos vasos de agua cada tres horas. Cuatro días más tarde, cuando ya había olvidado el asunto por completo, se acercó a mí en el patio de la prisión y me dijo: “Desde aquella noche ya no tengo dolores. ¿Qué debo hacer ahora?”. Yo le respondí: “Bebe más agua. Haz exactamente lo que te dije y bebe más agua”.
Estuve dos años y siete meses en prisión y, durante ese tiempo, traté más de 3.000 casos similares. Tuve que tratar todo tipo de enfermedades relacionadas con el estrés, como en un hospital. Era fascinante y sorprendente ver cómo el agua natural solucionaba los problemas y tenía la capacidad de curar. Por ejemplo, tuve a una persona con una presión arterial de 300 sobre 160. La presión arterial alta tensaba los vasos sanguíneos y, si se hubiera mantenido así, estos habrían reventado. El agua ayudó al hombre.
El agua como medicina del futuro
Así fue como el agua natural me reveló su poder mágico en la cárcel. Aunque me había formado como doctor en medicina en las mejores facultades de medicina del mundo, nunca había aprendido nada al respecto y tampoco había percibido este poder del agua. Me di cuenta de que mi misión en la cárcel era descubrir el agua como la medicina del futuro para todo el espectro de problemas de salud con los que me encontré mientras estuve allí. Y cuando quisieron liberarme de la cárcel, solicité quedarme un poco más con el fin de poder concluir mis investigaciones.
Después de mi liberación, 4 meses después, no pude continuar mi trabajo en Irán. Una noche huí por la frontera a Turquía, porque ciertamente no había recibido ningún permiso de salida. Mientras tanto, la publicación que había escrito mientras estaba en prisión había sido traducida al inglés y publicada en el Journal of Clinical Gastroenterology (revista de gastroenterología clínica) y la universidad de Pensilvania me invitó a los Estados Unidos para continuar con mi trabajo de investigación. Así que, conseguí un visado y me fui a América.
El siguiente informe abarca casi 20 años de investigación sobre el agua y espero que sirva como breve introducción de la importancia que tiene el agua para la salud y el bienestar. Nosotros los médicos no hemos interpretado adecuadamente los signos de la deshidratación del cuerpo humano y los hemos clasificado erróneamente como “enfermedades”. Hemos administrado productos químicos a las personas sin saber que estábamos haciendo más daño que bien.
Albert Einstein decía: “Los problemas de este mundo no se pueden resolver con el mismo modo de pensar que usamos cuando se crearon“.
Tuve que olvidar todo lo que había aprendido sobre medicina, porque la medicina del futuro no tiene nada que ver con lo que los médicos hemos ofrecido a las personas hasta ahora.
El error fundamental de la medicina moderna
La medicina del siglo XX está basada en suposiciones falsas. Todo un sistema de pensamiento de la medicina, cientos de años de investigación, miles de millones de dólares, y el resultado son miles de millones de personas que sufren las consecuencias de cuatro conceptos erróneos.
Se considera que una boca seca es la única señal del cuerpo de su necesidad de agua. Sin embargo, este no es el caso, porque siempre producimos mucha saliva, independientemente de qué parte del cuerpo pueda estar sufriendo de deshidratación.
Todavía partimos del supuesto erróneo de que el agua en el organismo solo sirve como disolvente y como medio de transporte sin que tenga un efecto químico funcional propio y pensamos que lo importante son las sustancias disueltas. Sin embargo, el agua es la sustancia química más importante para la vida.
También asumimos que seremos capaces de regular fácilmente nuestra absorción de agua durante toda la vida. El agua está o había estado siempre disponible para nosotros en grandes cantidades. Por esa razón, nunca se han estudiado en detalle los mecanismos de la absorción de agua en el cuerpo humano y nunca nos hemos preocupado por averiguar cuáles son las señales del cuerpo que señalan a una deshidratación.
Los líquidos que contienen agua no son equiparables al agua. Nada puede sustituir al agua pura, sin importar qué sustancias útiles para el cuerpo se disuelven en ella. Cada sustancia que se añade al agua provoca un proceso metabólico diferente en el cuerpo.
Como resultado de estos cuatro conceptos erróneos, hemos desarrollado una medicina vudú que no es mejor que la medicina vudú del pasado, con la diferencia de que los medicamentos son más avanzados y más mortíferos. Estos medicamentos matan a cientos de miles de personas en todo el mundo, incluso aunque se tomen exactamente según las prescripciones de los médicos. Cada cuarto paciente ingresado en un hospital estadounidense simplemente sufre las consecuencias de su tratamiento médico.
Recientemente, se publicó un artículo sobre un estudio que llegó a la conclusión de que es precisamente el tratamiento farmacológico el que hace que millones de personas enfermen aún más.
Dado que las personas enfermas gastan dinero para recuperar su salud, el sistema de asistencia médica se ha convertido en una industria, que permite a las personas beneficiarse del sufrimiento de los demás y nadie está dispuesto a abordar seriamente este problema. Los gobiernos nacionales tampoco están interesados en ello y solo abordan el tema de forma superficial. El sistema de asistencia sanitaria estadounidense le costó al estado 1.300 millones de dólares en 1999. El gobierno recauda impuestos a las instituciones de asistencia sanitaria, lo que supuso más de 400.000 millones de dólares en impuestos en 1999. Ningún gobierno está dispuesto a renunciar a estos ingresos fiscales. La gente está siendo inducida a creer que los gobiernos les sirven, pero eso es exactamente lo que no hacen”.
Dr. Faridun Batmanghelidj
1931 – 15.11.2004
En el congreso “Nuevo panorama científico”, celebrado en Alemania en 1999
La ponencia va mucho más allá. Pero me interesaban especialmente su opinión general y sus investigaciones científicas y experiencias con el agua natural no clorada. Esa era la única agua disponible en ese momento en la prisión en la que comenzaron sus estudios. Sus informes de investigación de los siguientes 20 años incluyen cientos de páginas que, por supuesto, he preferido evitarles.
Marion Kuprat